martes, 26 de abril de 2011

Nadie sabe por qué nos gusta el helado de chocolate

Nos sentamos en un parque, como a las 7 de la noche, la ausencia de nubes dejaba ver las estrellas, además el silencio no estorbaba y eso me hacía sentir cómoda, no con el lugar, porque dónde estaba sentada era duro y mi raya comenzaba a desaparecer, estaba cómoda porque sentía la tranquilidad rodeándome y la felicidad cerca, si es entendible, no lo sé, sólo sentía que el tiempo se volvía nada, que todo desaparecía, y cómo el mundo se reducía a nosotros dos, a nuestras palabras, a nuestros silencios, a lo que eramos en ese instante que quería que no se acabara. Era la química haciendo su efecto y mi mente buscando razones que nunca existieron. Nadie sabe por qué nos gusta el helado de chocolate, o de vainilla o de ron con pasas, simplemente gusta y ya, los porqués no importan, el helado lo disfrutamos sin pensar de qué está hecho, sin saber si tiene más azucar o más leche, eso no es indispensable, se siente y se sabe, son insignificantes las razones. Igual pasa conmigo. Yo no sé porque me gusta (él) y a veces intento encontrar cosas que se hayan repetido en otros para decir que los prefiero altos, o bajos, o tímidos o extrovertidos, pero es mi parte calculadora la que hace el trabajo ahí, y ahora comprendo, que es mejor dejar a la otra parte hacerlo todo. A veces me enredo no logro distinguir entre una buena conversación y una conexión mágica, pero es porque le doy vueltas en mi cabeza y sé que esto no es cosa de la cabeza, el amor (cualquiera que sea) se siente en el corazón.

1 comentario:

  1. a diferencia de los helados, los corazones se derriten con el frío del trópico

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